Según la historiografía, los pueblos prerromanos corresponden a los pueblos indígenas que se asentaron en las diferentes zonas ocupadas por el Imperio Romano.
Por si no lo sabías, para el año 218 a.C. los romanos decidieron desembarcar en Ampurias, con la primera intención de luchar contra Cartago, pero luego su rumbo cambió y, tras la victoria, decidieron permanecer en la Península Ibérica. De tal manera, durante los dos siglos siguientes, comenzó a llevarse a cabo la romanización, y para el año 19 a.C., los romanos tomaron el control total de la Península Ibérica.
Esta región del suroeste de Europa estuvo ocupada por diferentes pueblos con características específicas, tales como dialecto, tradiciones e instituciones, y los principales pueblos prerromanos que se asentaron en la Península se reducen a: íberos, tartesios y celtas.
A continuación, hablaremos acerca de estos antiguos poblados, sus particularidades y datos de interés, para así comprender parte del pasado histórico de nuestro territorio.
Pueblos prerromanos de la Península Ibérica.
Los íberos
Procedentes del norte de África, estos habitantes de la Península dominaron la zona del litoral mediterráneo, agrupándose en tribus que conformaban pequeños Estados.
Su vida giraba en torno al pastoreo, la cosecha y la industria de metales, y su cultura variaba dependiendo de las tribus, dado que estas eran independientes. Aquellas ubicadas en la costa mediterránea lograron constituirse en una gran civilización (Dama de Elche), debido a su relación con los griegos y los fenicios, mientras que aquellas situadas en la zona norte y central lograron desarrollarse mucho tiempo después.
Respecto a la cultura religiosa, estas tribus autónomas rendían especial culto a los astros y a los espíritus, y si bien sabían escribir, los documentos de origen íbero que hasta la fecha se han hallado no han podido ser descifrados.
Como bien mencionábamos, su economía se basaba en la agricultura, pero en la zona sur, la minería era la actividad de mayor importancia.
Las villas íberas eran bastante amplias, se encontraban situadas en puntos estratégicos y además estaban amuralladas. En cuanto a sus viviendas, estas eran de forma circular o cuadrangular, y estaban hechas a base de adobe y piedra.
Aquellas localidades que se encontraban ubicadas en la costa contaban con una clase dirigente que no solo ostentaba poder económico, sino que además gozaba de poder político, permitiéndosele participar en los juzgados y asambleas. Por otra parte, las localidades situadas en el interior dominaban territorios aún más extensos y estaban regidas por monarcas.
Los pueblos de los íberos no poseían templos, aunque sí existían algunos santuarios o lugares de culto donde se colocaban las ofrendas para los dioses. Estos homenajes eran conocidos con el nombre de “exvotos”, los cuales consistían en figurillas que representaban a personas, animales, alimentos, etc., y podían estar hechos de bronce, piedra o barro cocido.
Además de los santuarios, pudieron hallarse también tumbas con figuras femeninas de tamaño real que eran utilizadas como urnas cinerarias, y entre ellas destacan la Dama de Elche, la Dama de Baza y la Gran Dama Oferente, además de la Bicha de Balazote, una imagen que representa a un animal que guarda cierta relación con los fenicios.
- Los tartesios
El segundo de los pueblos prerromanos que habitó la Península Ibérica es el de los tartesios.
Su procedencia es desconocida, mas se sabe que estuvieron asentados en la zona sur de la Península, lugar en el que surgieron ciudades importantes como es el caso de Tartessos, la más antigua de todas, situada en torno a la desembocadura del río Guadalquivir. Para el año 500 a.C., los tartesios perdieron la batalla contra los cartagineses, quienes buscaban apoderarse de la ruta de los metales, que para entonces pertenecía al domino de Tartessos, de mono tal que la ciudad acabó devastada.
La vida de estos pobladores giraba en torno a la siembra y la recolección, así como a la ganadería y al comercio marítimo. Se sabe que poseían un dialecto distinto al de los íberos, pero hasta la fecha no ha podido ser interpretado, dado que no existen documentos escritos que pertenezcan al pueblo y este solo es mencionado en textos que escribieron los fenicios y los griegos.
Respecto a sus cultos y ofrendas, los tartesios veneraban a la luna, al sol y a distintos elementos, y como dato curioso, tal vez quieras saber que, para el año 1960, fueron hallados en Carambolo restos arqueológicos valiosos que, según se cree, pertenecen a este antiguo poblado.
- Los celtas
El último de los pueblos prerromanos que ocupó la zona de la Península Ibérica y del que hablaremos a continuación es el pueblo celta.
Sus habitantes eran indoeuropeos que se adentraron en la península por la zona norte, asentándose allí y en el centro de la misma. Sus tribus eran cuantiosas y entre ellas destacaban la de los lusitanos, los vacceos y los carpetanos, las cuales correspondían a las tribus más desarrolladas.
Asimismo, existían pueblos celtas que eran menos avanzados, y que se resumían en cántabros, astures y vascones, quienes ocupaban la franja cantábrica.
A modo general, los celtas se constituyeron en una civilización de gran trascendencia, caracterizada por sus destrezas para la agronomía (en especial la siembra de cereales de secano), la ganadería porcina, la fabricación de metales y las artes ornamentales, y en el aspecto religioso, se consideraban politeístas, adorando al sol, al rayo y a otros elementos del entorno.
Vivían en aldeas que eran llamadas castros, muy fortalecidas y con apenas unas cuantas calles, y se distribuían en familias o clanes. En dichas aldeas no existía la denominada propiedad privada, pues todos los bienes eran repartidos de manera equitativa entre los pobladores.
Cabe acotar que, gracias al contacto que existió entre los celtas y los íberos, surgió el denominado “pueblo celtibero”, el cual se vio influenciado por las culturas de estos dos pueblos prerromanos.
Pues bien, ahora que has descubierto cuáles son los pueblos prerromanos que llegaron a ocupar la zona de la Península Ibérica en la antigüedad, conoces un poco mejor el pasado histórico de España que, claro está, es mucho más complejo e interesante de lo que puedes imaginar.